martes, 1 de junio de 2010

El papel de la clase media en el proceso de transición democrática en Chile (1987-1989)

Proyecto
Enunciado:

Justificación del tema
El objeto de estudio en esta investigación será la clase media chilena. Es importante estudiar el proceso por medio del cual, según medios e instituciones, fue protagónica. Sin embargo, veremos cómo su participación fue limitada a través de este análisis. Dicho proceso tiene como antecedente la total fractura y falta de identidad entre los propios miembros de este sector de la sociedad. La relevancia de estudiarla descansa en el hecho de que la clase media chilena es un ícono en la región.
En la redemocratización chilena, se dio una fachada ante la comunidad internacional, y ante la misma clase media, de plena participación y de una enorme influencia en el episodio de la historia chilena en su totalidad. Parecería que su actuación en la democratización de Chile fue la de un grupo social legitimizador durante las campañas y votos en la jornada electoral. En el discurso, la clase media fue aportadora de líderes y de la ideología que encaminó hacia la democratización. En este trabajo se revisarán los acontecimientos y el desarrollo del proceso. Este análisis demostrará que las bases fácticas del movimiento que se estudiará no necesariamente tuvieron sustento en este extracto de la sociedad, y que el papel de la misma se limitó a la cantidad de votos que ella dio y atrajo. Es decir, que la clase media chilena, lejos de ser actriz del proceso, fue una herramienta de las élites para realizarlo y legitimarlo.
Si bien las transiciones democráticas en América Latina se dieron en un lapso de dos décadas, la mayoría albergan factores comunes que, según el caso, han sido elementos para su triunfo o fracaso, dependiendo del ámbito (económico, político y social). Cabe destacar que, en los últimos años, se han experimentado numerosas protestas contra el modelo económico implantado por estos regímenes democráticos a lo largo y ancho de la región. En mayor o menor medida, amplios sectores de estas sociedades (entre ellos el educativo) cuestionan la legitimidad de sus respectivos líderes.
La trascendencia de este tema radica en el hecho de que Chile, siendo uno de los líderes de la región, ha registrado el mayor crecimiento macroeconómico y ha intentado aplicar diversos programas para el combate a la pobreza, sin llegar al asistencialismo ha sido tan común las últimas décadas en América Latina. Sin embargo, no se ha logrado evitar, o al menos compensar la polarización social que Chile ha vivido durante los últimos treinta años.
La clase media chilena, se ha fragmentado a partir del ensanchamiento de la brecha económica, así como de la social. Se siente engañada e impotente. Creyó lo que a finales de la década de 1980 y principios de la de 1990 fue la retórica principal: la realización del sueño de una transición política que ha resultado perceptible de jure, en la conformación del Estado y la transformación de sus instituciones, pero que alberga una enorme desigualdad social, completamente contradictoria al concepto mismo de democracia. Los chilenos han sido pasivos observadores e involuntarias víctimas, de la brecha económica y social que les orilla a sobrevivir y a aferrarse a un nivel de vida que cada día cuesta más mantener, así como a buscar una verdadera democracia que simplemente, no parece culminar.
La meta de una investigación de esta índole es darle la importancia que se merece a Chile en la región como uno de los líderes de América Latina y como posible cabeza de la nueva manera de llevar la política. Esta investigación contextualiza y explica la posición de Chile hoy en día a través de un estudio de su pasado reciente.
Planteamiento del problema
El 11 de marzo de 1970, Salvador Allende ganó la presidencia de Chile. Salvador Allende no era un candidato cualquiera ni dentro, ni fuera de Chile. Éste representaba a los ideales sociales, y planteaba a su vez su implantación de manera pacífica. La revolución no llegó ni en libertad, ni en paz, como lo pretendía el mismo Allende, quien intentó aplicar medidas drásticas de la redistribución del ingreso y de reivindicación de los sectores más vulnerables de la sociedad chilena. Desgraciadamente, Allende creyó que todo sería cuestión de voluntad y conciencia. Con lo que el ex presidente nunca contó fue con que las élites económicas, políticas (especialmente demócratas cristianas y de derecha) y militares, no solamente discrepaban con él, sino que se aliaron para organizar un golpe de estado para recuperar el palacio de La Moneda a la mitad del periodo que constitucionalmente le correspondía.
Los grupos de poder referidos buscaron ayuda entre otros sectores afectados por las medidas de Allende: terratenientes, empresarios, mineros, entre otros. Los anteriores eran chilenos, pero también había extranjeros; especialmente estadounidenses, franceses e ingleses. En este aspecto, el gobierno de los Estados Unidos, en aquel entonces encabezado por Richard Nixon, fue el único que abiertamente aceptó haber colaborado con las Fuerzas Armadas Chilenas por medio de armamento, logística y espionaje para lograr dar un exitoso golpe de estado el 11 de septiembre de 1973 de manera exitosa.
Alrededor de las nueve de la mañana del 11 de septiembre de 1973, con un bombardeo a la residencia presidencial de Chile, el Palacio de La Moneda, comenzó una dictadura encabezada por Augusto Pinochet que duraría 17 años. Durante este lapso de tiempo, Chile transformó su constitución, sus instituciones y su sociedad en repetidas ocasiones.
La llegada de las Fuerzas Armadas fue propuesta como un periodo transitorio en lo que se reestablecería el orden pre-Allende, en el que la pirámide social iba ensanchando su base y delimitando su punta. Siguiendo los lineamientos y requisitos que la democracia a la usanza del mundo “libre” y occidental en las que una simple convocatoria a elecciones es suficiente para cumplir con los requisitos de la democracia a la usanza occidental,1 se convocó a un plebiscito a nivel nacional en 1980. Fue la primera vez que, al intentar legitimar el régimen y las medidas que indirectamente segregaban a la población, la Junta Militar pretendió llevar a cabo una jornada electoral democrática y la población chilena siguió el juego fingiendo que daba su verdadera opinión sin temor alguno a cualquier represalia proveniente del Estado.
En los comicios de 1980, preguntó (sentenciosamente) a la población si avalaba la permanencia del general Augusto Pinochet en la presidencia de Chile, así como la puesta en vigor de una nueva Constitución de la que poco sabían. En dicho documento, se limitaban los derechos políticos de los chilenos en general y se institucionalizaba un periodo presidencial de 8 años y la reelección indefinida del mandatario en turno (dígase Pinochet). El acto de 1980 pasó con una considerable oposición, dadas las circunstancias, pero sin la suficiente fuerza que presionaría al régimen para retirarse del poder2.
Numerosos trabajos e investigaciones han revelado que el plebiscito de 1980 tuvo un nivel de participación relativamente alto. Sin embargo, el electorado chileno estaba más temeroso que convencido del beneficio de seguir con el régimen a la hora de emitir el voto.
Si bien la crisis económica más aguda sufrida en el Chile contemporáneo, fue durante los primeros años de la dictadura, para 1983, la sociedad, perceptiblemente fastidiada de ver decrecer su nivel de vida salió a las calles en lo que ahora se conoce como la “primera protesta”. Como era de esperarse después de las nueve de la noche del 11 de mayo del mismo año, los carabineros, junto con agentes encubiertos de la DINA (el servicio de inteligencia del régimen) procedieron a arrestos masivos, torturas y la sistemática violación de los derechos humanos en el modus operandi que caracterizaba ya a la junta.
Estas expresiones de la sociedad civil se vieron también influenciadas por el resurgimiento clandestino de algunos partidos políticos que se rehusaban a desaparecer, así como por el nacimiento de las agrupaciones civiles de familiares de víctimas de tortura de las famosas desapariciones forzosas (las cuales sucedieron principalmente al comienzo del régimen).
Durante dos años, la sociedad chilena seguía con un malestar que no le permitía olvidar los acontecimientos desatados desde 1973, pero a la vez continuaba temiendo las consecuencias que cualquier levantamiento popular pudiese causar. Para marzo de 1985, las agrupaciones civiles, con miembros que en su mayoría provenían de la clase media chilena, salieron de nuevo a las calles con un saldo de 375 detenidos en Santiago y más de 400 en todo el país a protestar en contra del régimen y de las políticas económicas y de represión que cada vez encarecían más a los hogares chilenos.
En todas las protestas, hubo representantes de todos los extractos sociales de Chile, aunque los más numerosos eran los pertenecientes a la clase media (a parte de que las marchas y los cacerolazos se llevaron a cabo en barrios tradicionalmente clasemedieros).
A partir de 1986, con la llegada de Hernán Büchi (de 36 años en aquel entonces) a la cabeza del Ministerio de Economía, los chilenos vieron su suerte cambiar y su calidad de vida incrementarse, aunque en realidad sólo lograron recuperarse al mismo nivel de 1970 hasta 19923.
Por otro lado, las presiones cada vez más fuertes y recurrentes por parte de la comunidad internacional hacia el régimen en lo referente a la violación de los derechos humanos, cimentaron el camino para que los líderes de partidos que rigieron al país durante algunos lapsos del siglo XIX y durante todo el siglo XX hasta el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973, lograrán realizar una exitosa campaña que promocionaba el “no” (a la permanencia de la Junta Militar) en el plebiscito de 1988. Dicha campaña fue exitosa y para 1988, las cifras reflejaron un descontento más claro que en 19804.
Con el “no” por delante, los organizadores de la laboriosa campaña que comenzó en 1987, la mayoría provenientes de las cúpulas del partido Democracia Cristiana, se dieron a la tarea de concretar lo que sería la Concertación de Partidos por la Democracia, compuesta por 16 partidos que unieron sus fuerzas y su capital político para derrotar al régimen.
Se presume que en las elecciones, el mayor peso político lo tuvo la clase media al ser la que se encargó de la organización y la realización de las protestas de principios de los 80, las cuales sirvieron de antecedente del plebiscito de 1988. Igualmente, la clase media fue la que hizo la diferencia tanto en 1988 como en las elecciones presidenciales y legislativas de 1989 que llevaron a la Democracia Cristiana al poder. Pero no se debe confundir el peso político con el peso electoral, es una cuestión de semántica que sirve para llevar a cabo un discurso que logra que la sociedad perciba una verdadera inclusión en los asuntos y la toma de decisiones de Chile y otros países.
Lo que realmente sucedió en Chile fue que los acuerdos se llevaron a cabo a puerta cerrada y la clase media fue utilizada como carne de cañón que legitimizaría todo el proceso al representar la voluntad del pueblo. Esto es lo que se plantea en la investigación y lo que se demostrará a través de un exhaustivo análisis del caso.
Objetivos
Generales
Delimitar cronológicamente a la transición democrática en Chile.
Definir a la clase media por medio de datos estadísticos correspondientes al periodo a tratar.
Establecer cuáles los diferentes actores que intervinieron en el proceso de redemocratización de Chile.
Específicos (corolarios)
Demostrar que, si bien la movilización de la clase media fue un factor clave para el levantamiento de la oposición para el plebiscito de 1988 y para las elecciones presidenciales de 1989, el triunfo no se debió a ésta.
Situar a Chile como parte de América del sur que a pesar de las recientes pugnas por el liderazgo de la región, aprendiendo de los errores del pasado y creatividad hacia el futuro puede llegar a ser la cabeza de la región.
Lograr hacer de este trabajo un antecedente de la realidad chilena actual y que se encuentre en esta investigación la causa de los acontecimientos recientes en Chile y su reflejo en América Latina.

Esquema
El papel de la clase media chilena en la transición democrática.
Introducción
Capítulo 1. Antecedentes
1.1. Antes de la dictadura
1.2. La dictadura (1973-1990)
1.2.1. La política económica del régimen
1.3.2. Oposición y debacle del gobierno dictatorial
1.4.. Contexto internacional
1.4.1. Los tecnócratas en América Latina
1.4.2. El Nuevo Orden Internacional

2. Actores políticos en Chile
2.1. La Iglesia
2.2. Los partidos políticos
2.2.1. Partido Radical
2.2.2. Partido Democracia Cristiana
2.3. La Clase media
2.3.1. Definición general
4.2. La clase media chilena urbana

3. ¿Empoderamiento o ilusión?
3.1. El plebiscito de 1988
3.2. Las elecciones
5.2 La democratización de Chile
5.3 Los resultados

Conclusiones

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